QUE LAS MANOS se tiendan generosas en el dar y agradecidas en el recibir, y que su gesto más frecuente sea la caricia para reconfortar a los que te rodean.
QUE EL OÍDO sea tan fiel a la hora del reproche, como debe serlo a la hora del halago, para que puedas mantener el equilibrio en cualquier circunstancia.
QUE LAS RODILLAS te sostengan con firmeza a la altura de tus sueños y se aflojen mansamente cuando llegue el tiempo de descanso.
QUE LA ESPALDA sea tu mejor soporte y no la carga más pesada
QUE LA BOCA refleje la sonrisa que hay dentro, para que sea una ventana del alma y no la vidriera de los dientes.
QUE LOS DIENTES te sirvan para aprovechar mejor el alimento, y no para conseguir la tajada más grande en deterioro de los otros.
QUE LA LENGUA encuentre las palabras más exactas para expresarte sin que te malinterpreten.
QUE LAS UÑAS crezcan lo suficiente para protegerte, sin lastimar a nadie.
QUE LA PIEL te sirva de puente y no de valla.
QUE EL PELO le dé abrigo a tus ideas, que siempre adornan más que un buen peinado.
QUE LOS BRAZOS sean la cuna de los brazos y no camisa de fuerza para nadie.
QUE EL CORAZÓN toque su música con amor, para que tu vida sea un paso del universo hacia delante.
(Pablo Gimenez) escritor argentino